sábado, 13 de septiembre de 2008

Prologo de Don José Vasconcelos.

Hipotético lector, comenzamos postear la obra cumbre de Salvador Borrego Escalante "Derrota Mundial"; A tiempo de afirmar que estaremos por siempre agardecidos a Don Salvador Borrego, queremos disculparnos por permitirnos postear su obra de cara al enaltecimiento de la verdad y su difusión. Y porque ediciones enteras de miles de ejemplares de su libro, fueron compradas por el judio inernacional, para evitar su circulación.



Haremos esta aclaración, en las características del blog, como justificación para este nuestro cometido.


Gloria a Salvador Borrego E. Llegará el día en que los pueblos de latinoamérica le rendiran en homenaje que se merece, desplazando los nefastos iconos marxistas judaicos como el del Ché Guevura, y ojo, no Guevara, pues ese "heroe del pobre" nacio en el seno de una familia burguesa judia de argentina.


Prólogo a la segunda edición

La obra de Salvador Borrego E., que hoy alcanza su segunda edición, es una de las más importantes que se hayan publicado en América. Causa satisfacción que un mexicano de la nueva generación, haya sido capaz de juzgar con tanto acierto los sucesos que conocemos bajo el nombre de la Segunda Guerra Mundial.


Colocados nosotros del lado de los enemigos del poderío alemán, es natural que todas nuestras ideas se encuentren teñidas con el color de la propaganda aliada. Las guerras modernas se desarrollan tanto en el frente de combate como en las páginas de la imprenta. La propaganda es una arma poderosa, a veces decisiva para enga­ñar la opinión mundial. Ya desde la primera guerra europea, se vio la audacia para mentir, que pusieron en práctica agencias y diarios que disfrutaban de reputación aparentemente intachable. La mentira, sin embargo, logró su objeto. Poblaciones enteras de naciones que de­bieron ser neutrales, se vieron arrastradas a participar en el conflicto, movidas por sentimientos fundados en informaciones que después se supo, habían sido deliberadamente fabricadas por el bando que con­trolaba las comunicaciones mundiales.

Y menos mal que necesidades geográficas o políticas nos hayan llevado a participar en conflictos que son ajenos a nuestro destino histórico; lo peor es que nos dejemos convencer por el engaño. Enhora­buena que hayamos tenido que afiliarnos con el bando que estaba más cerca de nosotros; lo malo es que haya sido tan numerosa, entre nosotros, la casta de los entusiastas de la mentira. Desventurado es el espectáculo que todavía siguen dando algunos "intelectuales" nues­tros, cuando hablan de la defensa de la democracia, al mismo tiempo que no pueden borrar de sus frentes la marca infamante de haber servido dictaduras vernáculas que hacen gala de burlar sistemática­mente el sufragio. Olvidemos a estos seudo-revolucionarios, que no son otra cosa que logreros de una Revolución que han contribuido a deshonrar, y procuremos despejar el ánimo de aquellos que de buena fe se mantienen engañados.

"Durante seis años, dice Borrego, el mundo creyó luchar por la bandera de libertad y democracia que los países aliados enarbolaron a nombre de Polonia. Pero al consumarse la victoria, países enteros, incluyendo Polonia misma, perdieron su soberanía bajo el conjuro inexplicable de una victoria cuyo desastre muy pocos alcanzaron a prever"*

La primera edición del libro de Borrego se publicó hace dos años escasos y en tan corto tiempo, el curso de los sucesos ha confirmado sus predicciones, ha multiplicado los males que tan valientemente descubriera

Ya no es sólo Polonia; media docena de naciones europeas que fueron otros tantos florones de la cultura cristiana occidental, se encuentran aplastadas por la bota soviética, se hallan en estado de "des­integración definitiva".

Y el monstruo anti-cristiano sigue avanzando. Detrás de la sonrisa de Mendes-France, siempre victorioso, dicen sus secuaces; detrás de esa enigmática sonrisa, seis millones de católicos del Vietnam, fruto precioso de un siglo de labor misionera francesa, han caído dentro de la órbita de esclavitud y de tortura que los marxistas dedican a las poblaciones cristianas.

0 caso contemporáneo tiene antecedentes en las invasiones asiá­ticas de un Gengis-Kan, que esclavizaba naciones; tiene anteceden­tes en las conquistas de Solimán, que degollaba cristianos dentro de los templos mismos que habían levantado para su fe. El conflicto de la hora es otro de los momentos angustiosos y cruciales de la lucha perenne que tiene que librar el cristianismo para subsistir.

En el libro de Borrego, penetrante y analítico, al mismo tiempo que iluminado y profetice, se revelan los pormenores de la conjura tremenda.

La difusión del libro de Borrego es del más alto interés patriótico en todos los pueblos de habla española. Herederos, nosotros, de la epopeya de la Reconquista que salvó el cristianismo de la invasión de los moros, y de la Contra-Reforma encabezada por Felipe II, que salvó el catolicismo de la peligrosa conjuración de luteranos y cal­vinistas, nadie está más obligado que nosotros a desenmascarar a los hipócritas y a contener el avance de los perversos. La lucha ha de costamos penalidades sin cuento. Ningún pueblo puede escapar en el día, a las exigencias de la historia, que son de acción y de sacrificio.

La comodidad es anhelo de siempre, jamás realizado. La lucha en­tre los hombres ha de seguir indefinida y periódicamente implacable, hasta en tanto se acerque el fin de los tiempos, según advierte laprofecía.

JOSÉ VASCONCELOS

Febrero de 1955.

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